Defensor de derechos humanos

Líder sindical en SINALTRAINAL

(Colombia)

Hasta el año 2001 el defensor vivió en el municipio de Algeciras (departamento de Huila) con su grupo familiar, pero a raíz del conflicto armado y el contexto de violencia en esta zona del país, se vieron forzados a desplazarse a otras ciudades del país. En la actualidad vive en Tuluá y es trabajador de la empresa Nestlé de Colombia S.A., ubicada en Bugalagrande (Valle del Cauca) desde el 1 de septiembre de 2008.

Su afiliación al sindicato Sinaltrainal data del 2 de agosto de 2009, actualmente hace parte de la Junta Directiva de SINALTRAINAL (Bugalagrande) con responsabilidades en el Comité de Salud, velando por el buen desarrollo y uso de los planes complementarios de salud, fondo de medicamentos y temas relacionados con las atenciones que brindan las entidades prestadoras de salud (EPS) a las y los trabajadores de la empresa.

El Sindicato Nacional de Trabajadores del Sistema Agroalimentario (SINALTRAINAL) es un sindicato colombiano de la industria de alimentos fundado en 1982 y filial de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia. Agremia a obreros de la industria alimenticia, tiene presencia en 63 empresas, entre ellas las multinacionales Coca-Cola, Nestlé y Sodexo.

Estuvo vinculado al Comité Luciano Enrique Romero Molina (CLER) y en la actualidad es delegado en la Asamblea Nacional de Sinaltrainal, espacio en el que se definen las políticas y posiciones del sindicato para afrontar las represalias de las multinacionales y empresas, las estrategias de denuncia de las vulneraciones a los derechos humanos y mecanismos de protección.

El defensor trabaja activamente en el sindicato Sinaltrainal desde el año 2009, por sus actividades en defensa de los derechos humanos y su liderazgo sindical y social ha sufrido diferentes violaciones a sus derechos fundamentales, como a la seguridad y la vida.

 

Historia de vida

La historia de Abel Rivera comienza en el Sur del Huila, en un barrio de invasión -como se conoce a los asentamientos irregulares- cuyo reconocimiento legal, por el municipio de Algeciras, fue producto de la lucha colectiva y por eso lo llamaron “El triunfo”, allí pasó su primera infancia acompañando a sus mayores, en especial a su mamá -quien además era la responsable de la presidencia de la Junta de Acción Comunal, en las acciones de mejoramiento que las y los vecinos llevaban a cabo en el barrio-, como recoger fondos para hacer el alcantarillado o mejorar las condiciones de la red eléctrica, entre otras necesidades que se identificaban de manera colectiva y así mismo se resolvían.

Antes de cumplir los 10 años, su familia decide irse a una vereda del municipio de San Vicente -en el departamento del Caquetá-, llamada Alto Pato, en la que su madre volvió a asumir como responsabilidad la presidencia de la Junta de Acción Comunal de la vereda, y en conjunto con el vecindario trabajaban en favor de la comunidad.

La inquietud por el trabajo comunitario y por encontrar respuestas conjuntas a las necesidades de la comunidad ya había sido sembrada en Abel, de forma que cuando cumplió sus 16 años se integró en un colectivo juvenil de trabajo vecinal, con el que varias personas jóvenes recorrían el territorio apoyando a los vecinos y vecinas en la resolución de necesidades particulares a cambio de prestar a su vez apoyo a otras personas que lo necesitaran.

Por entonces su familia fue amenazada, y su madre fue declarada objetivo militar, por eso se vieron obligados a salir del territorio que habían ayudado a levantar con sus propias manos. Cada uno de los suyos debió buscar un lugar en el cual volver a echar raíces.

Es así como finalmente llegó a Bugalagrande en 2007 y comenzó a trabajar con Nestlé. En 2008, ya como trabajador de planta decidió hacerse socio del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Alimentaria -SINALTRAINAL-, cuyo proyecto llamó su atención porque, a pesar de haber sido planteado en 1982, contemplaba dentro de sus acciones la necesidad del trabajo comunitario entre los y las obreras a fin de permitir, no sólo que sus derechos laborales fueran respetados, sino que en general las y los trabajadores, así como la comunidad tuvieran posibilidad de acceder a espacios culturales, a economías propias, a la salud, al deporte e incluso, a servicios funerarios dignos.

En 2012, el sindicato en el que trabajaba pasó por una etapa de relevo generacional, momento desde el cual asume un lugar en la dirección regional del sindicato, y en el que su proyecto se lanza hacia el fortalecimiento de los espacios que ya conquistados, buscando para los trabajadores y trabajadoras la recuperación de sus derechos laborales, así como la exigencia de la responsabilidad empresarial de la industria alimentaria en la protección del medio ambiente.

En este proceso el sindicato empieza a movilizarse en favor de la recuperación del Río Tutelar, fuente hídrica de la que se abastece la empresa y a la que llegan los residuos de su actividad industrial. Pese a la presión, o debido a ella, las acciones que emprendió Nestlé como parte de su responsabilidad empresarial, fueron puramente ornamentales, en otras palabras, no resolvían el problema de fondo, argumentando, además que su nivel de contaminación estaba dentro de los límites legales.

En este contexto, en el que las luchas de las comunidades tocan fibras sensibles de los intereses económicos y políticos dominantes, quienes lideran espacios de transformación han sido objeto de constantes amenazas.

Como consecuencia de la inacción de las entidades y las empresas que se lucran de los recursos públicos, la población de Bugalagrande, donde se encuentra asentada la planta de la empresa de alimentos, no cuenta con un acueducto propio y ni hablar de agua potable, lo que se agrava pues las indagaciones han ido mostrando que sobre el río existen además intereses de ingenios azucareros como Rio Paila y en general de grandes conglomerados económicos.

Ser sindicalista es luchar por los derechos de la colectividad y actuar en favor de los intereses de las mayorías, pero al ser un trabajo que, como se decía antes, toca las fibras sensibles de los intereses económicos de las minorías privilegiadas, conlleva altos riesgos, no sólo para quienes se movilizan sino también para sus familias, quienes además soportan el duro peso del poco tiempo compartido cuando las demandas de la colectividad son tantas y tan urgentes, y cuando la criminalización y la persecución de quienes se la juegan por el bien común es una constante histórica en el país. La esperanza de Abel, y seguramente de quienes hacen parte de los colectivos de trabajadores/as, es que todo aquello que han ido construyendo con sus manos quede como un legado para las generaciones venideras.